Menos del 52% del padrón fue a votar en las elecciones intermedias del domingo. El fenómeno del no voto pone en crisis el sistema político tal como está diseñado y abre el debate sobre el desdoblamiento electoral y la falta de respuestas a los problemas cotidianos.
La jornada electoral del domingo 29 de junio en Santa Fe dejó algo más que nuevos ganadores y perdedores. Por primera vez desde 1983, la provincia registró una participación por debajo del 52% del padrón, marcando un nuevo piso histórico en la era democrática. En Rosario apenas votó el 48% y en la ciudad de Santa Fe, el 46%. El dato no pasó desapercibido ni entre los partidos ni en los organismos electorales, que tomaron nota del fenómeno con preocupación.
Se trató de unas elecciones intermedias sin cargos provinciales ni nacionales, en la que solo se renovaban concejales e intendencias en algunos distritos. Esa característica contribuyó al desapego ciudadano, pero no explica por sí sola una tendencia que ya viene profundizándose desde 2015. Las cifras reflejan algo más que apatía: muestran una fractura entre la ciudadanía y el sistema político que se expresa, esta vez, en la decisión silenciosa de no ir a votar.
Cansancio, desilusión y microclima político
En el análisis más estructural, son múltiples los factores que confluyen. Uno de ellos es el agotamiento del electorado frente a la sucesión de elecciones desdobladas que responden, casi siempre, a las estrategias del oficialismo de turno. Santa Fe, como muchas otras provincias, habilita que los gobiernos provinciales separen sus comicios de los nacionales, lo que produce una sobrecarga electoral que impacta en la participación.
Además, la ciudadanía no solo se siente obligada a votar dos o tres veces por año, sino que encuentra cada vez menos respuestas en quienes se postulan. La sensación de desconexión es palpable: mientras la política gira en torno a sus propios debates internos, buena parte de la sociedad padece problemas urgentes —inflación, inseguridad, falta de empleo— que no se resuelven con discursos ni con internas partidarias.
Una foto que duele y una tendencia que inquieta
El promedio de participación en la provincia, de acuerdo al corte estimado por la Secretaría Electoral, fue del 52%. Es el nivel más bajo registrado desde el retorno de la democracia. En las elecciones de 2023 había votado el 68% en las generales y el 62% en las PASO. En las convencionales del pasado 13 de abril, la participación ya había caído al 55%, un dato que ya encendía señales de alarma.
Pero este 29 de junio fue aún más profundo: menos de la mitad del padrón en las principales ciudades asistió a votar. En Rosario y Santa Fe capital se llegó apenas al 48% y 46%, respectivamente. La imagen contrasta fuertemente con la de 1983, cuando el 88% del electorado fue a las urnas con entusiasmo por reconstruir la democracia.
¿Una señal o un síntoma de algo más grave?
Para algunos analistas, esta forma de expresión política —el ausentismo masivo— tiene una carga simbólica tan fuerte como el voto bronca de 2001. Pero a diferencia de entonces, no se trata de un gesto de rechazo con voto en blanco o nulo, sino directamente de una ausencia, una renuncia tácita a participar del sistema. El mensaje es el mismo: la política, tal como está, no los representa.
A esto se suma un sistema electoral que, al dividir la elección en primarias y generales obligatorias, duplica el esfuerzo ciudadano y vacía de sentido las instancias. Un punto que ya se empieza a discutir con mayor fuerza en ámbitos legislativos: la necesidad de que los partidos definan sus internas como consideren y que el sistema contemple una única elección general. Menos carga institucional, más legitimidad ciudadana.
¿Qué puede pasar ahora?
La dirigencia política enfrenta un escenario desafiante. Si la tendencia a la baja en la participación se consolida, el riesgo no solo es institucional, sino también simbólico: un sistema democrático sin votantes pierde su legitimidad de base. Lo que antes era excepción (el voto ausente) hoy parece camino: si los partidos no logran reconectar con la sociedad y mostrar resultados concretos, la ciudadanía seguirá tomando distancia. Las urnas hablaron con silencio.