Newell’s Old Boys vivió este domingo 14 de diciembre una jornada histórica que excede largamente el marco deportivo. Con 10.847 socios y socias participando de las elecciones, el club rosarino alcanzó el récord absoluto de concurrencia en sus comicios internos y expresó, en las urnas, un mensaje político e institucional contundente: cerrar una etapa que dejó desgaste, frustración y una crisis profunda, y apostar por una conducción que prometa orden, gestión y reconstrucción.
En ese escenario, Ignacio “Nacho” Boero fue electo presidente con el 50,3% de los votos, imponiéndose con claridad sobre Cristian D’Amico, Juan Cúneo y Guillermo Muñoz. El resultado no sólo marca el final de los cuatro años de la gestión de Ignacio Astore, ampliamente cuestionada por el mundo leproso, sino que inaugura una etapa cargada de expectativas, pero también de riesgos concretos y desafíos inmediatos.
El socio de Newell ‘s no se dejó obnubilar por la amistad de otro candidato con el Presidente de la AFA Claudio “Chiqui” Tapia, prefirió lo que le parecía más serio y con un proyecto con respaldos de otro tipo. Igual Boero durante el desarrollo de la campaña se reunió en un par de oportunidades con el mandamás de la AFA acercado por el propio Pullaro y otros dirigentes provinciales.
La elección fue, en sí misma, un plebiscito. El socio de Newell’s no sólo votó nombres: votó un cambio de rumbo en un club atravesado por una crisis económica severa, una deriva deportiva evidente y tensiones internas que exceden lo futbolístico.
Una victoria amplia, con respaldo político y armado transversal
Boero llega a la presidencia con un capital político significativo. Empresario metalúrgico, dirigente radical, renunció a la banca de concejal de Alvear que había ganado en junio para concentrarse de lleno en el desafío rojinegro. Su candidatura contó con el respaldo explícito del gobernador Maximiliano Pullaro y del intendente de Rosario, Pablo Javkin, además de apoyos que cruzan fronteras partidarias.
En su armado confluyeron sectores del radicalismo, referentes independientes y dirigentes del peronismo como Eduardo Toniolli, además de figuras como el diputado Martín Rosúa y la ex concejala Nadia Amalevi. Esa transversalidad fue uno de los activos de la lista UNEN, que logró presentarse como una alternativa de amplitud frente al desgaste de las conducciones anteriores.
Un dato político no menor fue la incorporación de referentes históricos del club, especialmente del equipo campeón de 1988. Roberto Sensini, símbolo del Newell’s más glorioso, asumirá como gerente deportivo, una señal clara de que la nueva conducción busca reconstruir identidad, credibilidad y conducción en el área más sensible: el fútbol.

El peso de la herencia: deuda, plantel y trabajadores
La contundencia del triunfo no borra la realidad que Boero hereda. Según distintas estimaciones que circulan en el propio club, la deuda superaría los 30 millones de dólares, una cifra que condiciona cualquier plan de gestión y obliga a un ordenamiento financiero inmediato.
A eso se suma una crisis deportiva abierta: Newell’s no tiene entrenador confirmado, una docena de jugadores dejarán el club en este mercado de pases y el plantel profesional deberá ser prácticamente rearmado desde cero. La expectativa del socio es alta, pero el margen de error es mínimo.
En paralelo, existe una dimensión menos visible pero igual de delicada: los más de 400 trabajadores del club, entre personal administrativo, profesores, cuerpos técnicos y profesionales de la salud que trabajan en inferiores. La estabilidad laboral y el funcionamiento cotidiano de la institución forman parte del frente interno que la nueva dirigencia deberá atender con rapidez y sensibilidad.
La barra brava, un problema que no admite ingenuidad
Hay, además, un conflicto latente que nadie ignora en el Parque Independencia: la disputa por el control de la barra brava. Las investigaciones judiciales, las detenciones recientes y la fragmentación de los grupos que históricamente manejaron la tribuna anticipan un escenario complejo, donde el poder del paravalanchas vuelve a estar en juego.
Boero asumirá en un contexto donde la violencia, los negocios ilegales y las disputas criminales siguen orbitando alrededor del club. La conducción que comienza no podrá mirar para otro lado: la relación entre dirigencia, seguridad y Estado será una de las claves silenciosas de la gobernabilidad.
El mandato del socio y la prueba de la gestión
El mensaje de las urnas fue claro: el pueblo leproso confió en Boero para sacar al club del pozo. Pero la confianza no es un cheque en blanco. La magnitud de la participación convierte a esta elección en un mandato exigente, casi sin tolerancia a la improvisación.
La nueva conducción deberá demostrar, en poco tiempo, que puede ordenar las cuentas, recomponer el fútbol, garantizar el funcionamiento institucional y sostener la paz interna. No alcanza con los respaldos políticos ni con los símbolos del pasado: el desafío es transformar esa red de apoyos en resultados concretos.
En Newell’s se cerró una etapa y se abrió otra. Ahora, como dicta una vieja frase del turf que en el Parque Independencia se repite con sabiduría popular, “los pingos se ven en la cancha”.



