El domingo electoral dejó una postal que pocos en la Casa Gris estaban preparados para asumir. El gobernador Maximiliano Pullaro, que había decidido ponerse al frente de la campaña de Provincias Unidas, sufrió una derrota histórica. No solo quedó tercero —detrás de La Libertad Avanza y Fuerza Patria—, sino que lo hizo por una diferencia abrumadora que expuso los límites de su proyecto y las inconsistencias de su estrategia política.
La caída no fue una sorpresa para todos. Mientras las encuestas encargadas por el propio oficialismo hablaban de un escenario de tercios, politicadesantafe.com fue el único medio que insistió en que la elección se definiría por polarización, entre el fenómeno libertario y el peronismo. Los resultados confirmaron esa lectura: el electorado votó entre dos modelos nacionales, y el gobernador santafesino, pese a su despliegue y los millones invertidos, quedó atrapado en el medio.
El resultado fue un cachetazo político de dimensiones inéditas. Pullaro plebiscitó su gestión en las urnas, y el veredicto fue contundente. Ni la inversión multimillonaria en publicidad, ni los actos cuidadosamente producidos, ni la movilización del aparato provincial pudieron revertir el clima social adverso que ya se percibía en la calle.
Un aparato desbordado por la realidad
El oficialismo creyó que con estructura y exposición podía romper la polarización. Pero la gente votó en contra del poder, incluso en los propios bastiones radicales. En General López, donde Pullaro construyó su carrera, la derrota fue doblemente simbólica. En Gálvez, ciudad natal de su vicegobernadora y candidata Gisela Scaglia, el golpe también fue durísimo. Y en Rosario, la maquinaria del gobierno provincial quedó desdibujada frente a la ola libertaria.
De las 19 jurisdicciones santafesinas, solo San Javier quedó en manos del oficialismo. El resto se tiñó de violeta o de celeste, en un mapa que muestra el desplazamiento completo del electorado hacia las dos fuerzas nacionales.
El voto silencioso, al que algunos consultores llamaron “vergonzante”, fue decisivo. Muchos ciudadanos, desencantados con la gestión provincial, se volcaron por Milei como voto castigo. “Voy a votar a cualquiera con tal de que pierda Pullaro”, se escuchó repetidamente en los días previos a la elección. El gobernador fue el verdadero candidato, y su figura terminó plebiscitada. El resultado fue claro: 18% de los votos, un papelón político para un oficialismo que un año antes celebraba la victoria con el 58%.
El costo de una gestión encerrada
El desplome electoral no solo refleja un mal resultado de campaña: exhibe una crisis de conducción dentro de Unidos. Pullaro confundió liderazgo con imposición. La gestión se encapsuló en la Legislatura, se rodeó de una “estudiantina política” sin experiencia real y perdió conexión con la sociedad.
El gabinete muestra desgaste, ego y falta de sensibilidad. Áreas como Gobierno, Educación, Comunicación y Seguridad son señaladas por el propio oficialismo como los puntos más débiles. Las paritarias tensas, el ajuste tarifario, el cierre de canales de diálogo con gremios y sectores productivos y la soberbia comunicacional terminaron de aislar al Ejecutivo.
Una derrota que reconfigura el tablero político
En el nuevo mapa santafesino, La Libertad Avanza emerge como primera fuerza con más del 40% de los votos, el peronismo retiene su piso histórico con el 28%, y Provincias Unidas se desploma al 18%. La lectura es clara: la polarización se consolidó, y los experimentos “federales” o “de centro” quedaron atrapados entre dos polos ideológicos fuertes. Esto en una elección nacional, no debemos perder de vista esto. Pero siempre, que los principales dirigentes del ejecutivo se ponen al frente, es un plebiscito para su gestión.
Para Pullaro, el desafío ahora es múltiple. Debe reordenar su gobierno, reabrir el diálogo con los gremios, moderar el ajuste tarifario, renovar su equipo de gestión y reconstruir vínculos con medios y sectores críticos, sin condicionamientos ni censuras. Quedó demostrado que las notas periodísticas pautadas también pueden ser contraproducentes.
El gobernador tiene que entender que los triunfos legislativos no son gestión. Su mayoría automática en la Legislatura no alcanzó para legitimar políticamente un gobierno que, puertas afuera, pierde adhesión y credibilidad. Las redes sociales son un termómetro que ya no puede ignorar: el descontento crece, y el silencio oficial lo agrava.
El camino hacia la reconstrucción
Pullaro enfrenta el dilema clásico de los gobiernos que pierden capital político a mitad de mandato: o reacciona rápido, o queda en la irrelevancia. El escenario nacional lo condiciona, y su intento de proyectarse como figura alternativa al mileísmo fracasó. Ahora deberá convivir con un poder libertario fortalecido y un peronismo que empieza a reorganizarse en el orden provincial.
En lo inmediato, el gobernador necesita mostrar cambios visibles, tanto en su gabinete como en su actitud política. Los dirigentes del frente Unidos ya analizan alternativas internas para recomponer la vida partidaria de cara a 2027. Si el liderazgo de Pullaro no se reafirma con hechos, otros ocuparán su lugar.
El gobernador Maximiliano Pullaro enfrenta ahora un escenario político mucho más adverso que el de hace apenas un año. Si pretende recuperar la iniciativa y evitar que su gestión se desgaste definitivamente antes de tiempo, deberá tomar decisiones concretas en el corto plazo. Hay tres puntos clave que no admiten demoras ni dilaciones:
Paritarias sin imposiciones: El primer paso para recomponer el vínculo con la sociedad es restablecer un diálogo sincero con los gremios estatales. La etapa de las presiones y los aprietes debe quedar atrás. En un contexto económico complejo y con salarios que perdieron poder adquisitivo, el gobierno necesita recuperar confianza, mostrar empatía y acordar con transparencia. Negociar no es ceder: es comprender que los trabajadores públicos también son parte del motor provincial.
Revisión del ajuste tarifario: El segundo punto tiene que ver con el impacto del ajuste tarifario. Los aumentos acumulados en servicios esenciales se sienten con fuerza en los hogares y en las pequeñas y medianas empresas. El gobernador debe rever la magnitud y el ritmo de los incrementos, buscando mecanismos de contención que no comprometan las cuentas fiscales pero tampoco asfixien al sector productivo y a la ciudadanía. Sin medidas de alivio, el malestar social continuará creciendo.
Diálogo político real con la oposición: Por último, Pullaro necesita abrir una etapa de diálogo político genuino. No alcanza con reuniones protocolares ni declaraciones para la foto. El gobernador debe mostrar generosidad y escucha activa, convocando a los distintos bloques legislativos, intendentes y referentes territoriales, incluso aquellos que piensan distinto. Santa Fe necesita consensos amplios para sostener su gobernabilidad. La rigidez o la soberbia pueden transformarse en su peor enemigo.
Estos tres ejes no son un programa de gobierno, sino un punto de partida. Si Pullaro logra implementarlos con inteligencia política y sensibilidad social, puede comenzar a reconstruir la legitimidad perdida. Pero si persiste en la lógica de la imposición y la distancia, el tiempo se encargará de recordarle que ningún poder provincial es invulnerable al voto popular.
En política, las derrotas no se lloran: se procesan y se corrigen. Pero para eso se necesita autocrítica, humildad y acción. El pueblo santafesino habló con claridad el domingo. El gobernador tiene dos años para demostrar que supo escuchar.
La derrota del 26 de octubre no fue solo una caída electoral. Fue un llamado de atención profundo a un gobierno que se creyó imbatible y terminó desconectado de su gente. Si Pullaro no toma nota del mensaje de las urnas, el 2027 podría encontrarlo fuera de juego. Y Santa Fe, una vez más, volverá a elegir entre proyectos nacionales que sí supieron interpretar el malestar social.



