El oficialismo santafesino atraviesa su momento más crítico desde que llegó al poder y, lejos de la imagen de unidad que construyó durante la Convención Constituyente, hoy se mueve entre desconfianzas, disputas abiertas y un clima político que se deteriora cada semana. En ese contexto, el gobernador Maximiliano Pullaro decidió activar un camino de alto impacto institucional: el diseño de una Reforma Electoral orientada a modificar las reglas de juego para las elecciones de 2027.
Según fuentes de la propia coalición, la motivación central es directa: el gobernador teme que una nueva derrota electoral, como la sufrida en las legislativas nacionales, donde quedó relegado al tercer lugar.
Las tensiones se acumulan. La indefinición de Gisela Scaglia, presidenta del PRO santafesino, respecto de asumir o no su banca nacional, encendió un conflicto que expuso la falta de cohesión interna y dejó secuelas políticas profundas. A ello se suman las demoras de Pullaro en ejecutar cambios en su gabinete, que generaron irritación dentro del radicalismo y desconfianza en los socios del frente. El clima, admiten dirigentes de peso, es “el más delicado desde diciembre”.
En este escenario, la Casa Gris busca acelerar una salida que, lejos de apaciguar el frente interno, amenaza con agrandar la grieta dentro del oficialismo: una Reforma Electoral que habilite el ballotage para gobernador, modifique requisitos para listas legislativas y limite la proliferación de candidaturas, bajo el argumento de “modernizar el sistema político”.
Para la oposición, y para varios socios del propio Pullaro, se trata de una maniobra para alambrar el 2027.
El miedo a perder: el factor que empuja la reforma
Pullaro no disimula su preocupación por el resultado de las últimas elecciones nacionales: la boleta de Provincias Unidas quedó en un lejano tercer lugar, un hecho que hizo saltar las alarmas en todo su entorno.
Dirigentes del radicalismo y del socialismo confirman que en la mesa chica del gobernador circula una lectura dura: si las tendencias actuales se mantienen, el pullarismo podría perder la gobernación en 2027.
“El propio Ministerio de Educación es un hervidero”, comenta un funcionario que conoce el clima interno. Todas las miradas apuntan a José Goity, señalado como el “fusible” de una línea política que, según un sector del radicalismo, “nos lleva a la derrota”. La tensión se acumula también entre los colaboradores más cercanos del ministro, que empezaron a marcar distancia de su conducción.
A esto se suma la ruptura personal y política entre Pullaro y Scaglia, que ya nadie oculta. La vicegobernadora no solo dudó durante semanas sobre su asunción como diputada nacional —algo que en Buenos Aires generó irritación en el macrismo— sino que su eventual acercamiento a La Libertad Avanza es visto por el oficialismo como un riesgo directo para 2027.
Un dirigente del PRO lo sintetizó con preocupación:
“La Vice conoce bien las debilidades de la Casa Gris. Si se va al Congreso y arma con los libertarios, vuelve para enfrentarlo en 2027”.
Una coalición en crisis
En este clima de desgaste, el oficialismo comenzó a explorar cambios en el sistema electoral. Pero para que cualquier reforma prospere, necesita al Socialismo, el histórico socio de la coalición.
La respuesta, por ahora, es fría. Dirigentes socialistas actuales y de gestiones anteriores coinciden en que no están dispuestos a quedar en la historia como cómplices de una reforma diseñada para perjudicar a terceros.
El socialismo ya dejó entrever su malestar por lo bajo:
“No vamos a convalidar cambios que modifiquen las reglas para favorecer a un proyecto particular”, afirmó un referente con acceso directo a la mesa nacional del partido.
La UCR tampoco está firme detrás del gobernador. El malestar interno crece y aparece una corriente cada vez más visible: el radicalismo antipersonalista, que cuestiona el estilo de conducción de Pullaro y su tendencia a “cerrar decisiones en soledad”.
Un periodista que sigue hace décadas la interna radical lo resumió así:
“El antipersonalismo crece porque hay soberbia en la forma de gobernar. Si no fuera por los cargos, esto ya estaría estallado”.
El proyecto: ballotage, trabas a las listas y control del sistema
La Casa Gris analiza una reforma amplia, que incluye:
Ballotage para gobernador
Inspirado en los modelos de Córdoba y Corrientes. El objetivo político: evitar que el peronismo gane con pocos votos y replicar el esquema del ballotage nacional que llevó a Milei al poder.
En el entorno de Pullaro imaginan incluso un escenario donde, en una eventual segunda vuelta con un libertario, el peronismo apoye al radical como “cordón sanitario”, incluso con Omar Perotti como articulador.
Restricciones para las listas legislativas
La nueva Constitución establece que los 50 diputados se elegirán por D’Hont, eliminando la mayoría automática del ganador. Esto abre el juego y facilita la existencia de múltiples listas.
Para frenar lo que el oficialismo llama “aventureros políticos”, se estudia exigir que toda lista de diputados esté asociada a: un candidato a gobernador, y un mínimo de 12 listas de senadores en departamentos distintos.
Cambios en municipios y concejos
La idea es vincular listas de concejales a las de intendentes para evitar la proliferación de “listas monotributistas”, según califican en el oficialismo.
El debate constitucional: el ballotage está prohibido
El punto más conflictivo es que el ballotage no está permitido por la nueva Constitución, según advierten especialistas.
Una fuente calificada de la oposición, con formación en Derecho Constitucional, fue categórica:
“La Constitución es clara. El gobernador se elige por simple pluralidad de sufragios. Gana quien tiene un voto más. No es opinable.”
Esa fuente participó activamente de la discusión constitucional y sostiene que la redacción del artículo 105 —idéntica a la de 1962— invalida cualquier intento de segunda vuelta sin una nueva reforma constitucional, algo que el propio Pullaro sabe que no está en condiciones políticas de impulsar.
La crisis abierta que Pullaro intenta administrar
La coalición oficialista hoy funciona sobre un equilibrio frágil: un radicalismo dividido entre oficialistas y antipersonalistas, un PRO herido por el conflicto Scaglia-Pullaro, un Socialismo que no quiere ser parte de una reforma a medida, y un gobernador que, pese a su poder institucional, aparece políticamente más débil que hace un año.
El ballotage se convirtió en un síntoma de un problema mayor: la incapacidad del oficialismo de consolidar un rumbo común, agudizada tras el fracaso electoral de 2025.
Pullaro busca evitar un 2027 incierto. Pero para lograrlo deberá atravesar su prueba más desafiante: recomponer su coalición sin ceder a la tentación de moldear las reglas electorales para beneficio propio.
Porque, como admitió un dirigente del propio radicalismo:
“Si con todo a favor gobernamos con dificultades, imaginate con una Legislatura opositora”.
La verdadera pelea recién empieza.



