La política santafesina cerró uno de los capítulos más intensos del año: tras semanas de presión pública, negociaciones tensas y un ultimátum directo del gobernador Maximiliano Pullaro, el juez de la Corte Suprema de Santa Fe, Rafael Gutiérrez, finalmente decidió presentar su renuncia, efectiva a fines de 2026. Con este movimiento —precedido por la salida pactada de Roberto Falistocco, Eduardo Spuler, y las ya concretadas de Gastaldi y Netri— se completa la retirada de la vieja guardia del tribunal, el núcleo de magistrados que resistió por años cualquier intento de renovación estructural.
La renuncia de Gutiérrez sintetiza la tensión política de los últimos meses: Pullaro no solo abrió una pulseada con la Corte, sino que lo hizo al límite, dejando entrever que —si no había gestos— activaría un decreto para remover a los jueces mayores de 75 años. Fue una presión “por las buenas o por las malas”, como lo describieron dirigentes de Unidos, y el propio gobernador llegó a lanzar advertencias públicas que funcionaron como un mensaje inequívoco hacia la Justicia.
Hay muchas críticas sobre la conducción política de Pullaro —varias vinculadas a decisiones antidemocráticas, a los modos en que su gobierno se vincula con instituciones y actores sociales, y especialmente a su relación restrictiva con la prensa—. Pero en este punto, incluso opositores reconocen que logró lo que ningún gobernador había conseguido en décadas: ordenar una salida escalonada y completa de los jueces más antiguos, sobre todo luego de la reforma constitucional que fijó límites de edad y habilitó el proceso de reemplazo.
La incógnita ahora es otra: ¿podrá Pullaro cumplir con todo lo que la nueva Constitución le exige y hacerlo sin vulnerar derechos ni prácticas democráticas que ya mostró no respetar con todos los sectores? El desafío recién empieza.
El operativo político: una reunión clave, un deadline y un mensaje directo a la Corte
La decisión final de Gutiérrez no fue espontánea. Según reconstruyen fuentes legislativas y judiciales, la trama se consolidó en una reunión reservada entre Pullaro y la conducción de Unidos. Allí, el gobernador planteó sin rodeos que era el momento de avanzar contra el núcleo duro del tribunal. La coalición le dio un respaldo total.
Desde ese momento hubo dos posturas internas: La línea dura: activar el decreto sin aviso y correr a los jueces por edad, “que se enteren por los diarios”. La línea gradual: concederles una última ventana para renunciar de forma decorosa.
Ganó la segunda posición, pero el mensaje fue inequívoco. Pullaro envió emisarios a la Corte y fijó un plazo preciso:
si antes de la reunión de acuerdos del miércoles no había anuncios formales, la Casa Gris avanzaría con el decreto. A partir de allí, todo se aceleró.
Falistocco cae primero y deja a Gutiérrez sin margen
El primer movimiento lo hizo Roberto Falistocco, presidente del tribunal, que eligió una entrevista para comunicar que se retiraría en noviembre del año próximo. En la Casa Gris lo celebraron como un paso, pero no suficiente: querían la renuncia formal.
En paralelo, el gobierno leyó señales de que Gutiérrez —el más resistente, el jefe histórico de la vieja guardia— también estaba cerca de aceptar lo inevitable. Hubo mensajes cruzados, intermediarios que pidieron tiempo y gestos como la renuncia de Eduardo Bordas, secretario de Gobierno de la Corte y hombre de máxima confianza del magistrado.
Mientras tanto, el ala sub-75 del tribunal —Baclini, Zabalza y Erbetta— resistía su intento de ser elegido presidente en 2026, dejando claro que no avanzarían sin compromisos de salida.
El dilema era evidente: o Gutiérrez informaba su retiro o sería removido por decreto. Finalmente, eligió la primera opción.
La renuncia: noviembre de 2026 y un último mandato como presidente
Gutiérrez comunicó que presentará su renuncia para noviembre de 2026, lo que le permitirá ejercer un último año al frente de la Corte. Será una despedida con poder y con control de la transición, un premio negociado que evita un final traumático para quien sostuvo 25 años de influencia política y judicial.
En su argumentación pública, afirmó que tomó la decisión “en beneficio del Poder Judicial” y que quiere culminar obras y procesos estratégicos antes de su salida.
La secuencia deja a Pullaro con un triunfo político claro: sin necesidad de firmar un decreto, logró un retiro ordenado de todos los magistrados que superan la edad constitucional.
Un cambio de época: de la Corte reutemista a la Corte pullarista
El retiro de Gutiérrez no solo cierra un ciclo: abre otro. Con la salida programada de los ministros más antiguos, quedan tres lugares para renovar, algunos de los nombres que baraja Pullaro para renovar tres lugares:
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El federal Aldo Alurralde, cercano al PRO y destacado por su enfoque en temas de narcotrafico y seguridad, suena para ocupar uno de esos lugares.
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Diego Maciel, hombre de confianza del senador Michlig, aparece como segunda opción fuerte.
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Para el tercer asiento, fuentes judiciales indican que será una abogada de Rosario, lo que evitaría un tribunal con solo una mujer.
El objetivo del gobierno es claro: consolidar una Corte alineada con la reforma constitucional, con tope de edad y con una lógica más moderna en la gestión judicial. Pero también, inevitablemente, una Corte más cercana a la Casa Gris.
¿Un triunfo democrático o un avance riesgoso del Ejecutivo?
Pullaro evitó el costo institucional de un decreto, pero logró el resultado por presión directa, pública y privada. En el plano político, consiguió lo que prometió desde su campaña: renovar la Justicia. Sin embargo, el método deja un debate abierto:
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¿Hasta dónde puede avanzar un Ejecutivo sobre el Poder Judicial sin cruzar límites institucionales?
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¿Qué garantías tendrá ahora la independencia de un tribunal cuyos próximos miembros serán elegidos bajo fuerte tutela del gobierno?
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¿Podrá el gobernador cumplir la Constitución sin repetir los modos autoritarios que muchos sectores —incluida gran parte de la prensa— vienen denunciando?
Son interrogantes que marcarán la próxima etapa.
Fin de una era, comienzo de otra
La salida de Rafael Gutiérrez marca el final de la Corte construida en tiempos de Carlos Reutemann y sostenida durante un cuarto de siglo. El operativo político del gobernador terminó de forzar una transición que parecía imposible.
Pullaro anotó una victoria clave. Pero también asumió la responsabilidad de garantizar que la nueva Corte sea más eficiente, más transparente y más independiente que la que se va. La reforma constitucional lo obliga, y la sociedad lo exige.
El retiro de Gutiérrez es el primer capítulo del fin. El verdadero desafío empieza ahora. ¿Pullaro estará en el Gobierno para cuando la nueva corte funcione a pleno?



