La decisión de la Unión Cívica Radical de ungir a Leonel Chiarella como nuevo presidente del Comité Nacional no es un dato menor ni una mera formalidad partidaria. Se trata, en términos políticos, de un reconocimiento explícito a un modelo de gestión y a una generación de dirigentes que vienen construyendo poder desde los territorios, lejos del centralismo porteño y en contextos complejos, muchas veces hostiles.
A sus 36 años, el intendente de Venado Tuerto se convierte en el presidente más joven en los 134 años de historia del radicalismo, en un momento de profunda crisis identitaria del partido, atravesado por internas, debates estratégicos y una relación aún no resuelta con el gobierno nacional de Javier Milei. Su llegada al máximo cargo partidario es leída, puertas adentro de la UCR, como una apuesta a la renovación sin ruptura, pero también como una señal política clara: el radicalismo busca reconstruirse desde la gestión y no solo desde el discurso.
Un intendente probado en una ciudad “caliente”
Chiarella no llega a la conducción nacional desde un escritorio ni desde la rosca partidaria tradicional. Gobierna Venado Tuerto desde 2019, cuando asumió con apenas 30 años, y transita hoy su segundo período como intendente, luego de una reelección en 2023 con el 83% de los votos, un dato que dentro del radicalismo se exhibe como capital político tangible.
Venado Tuerto no es una ciudad sencilla. Es un nodo estratégico del sur santafesino, atravesado por problemáticas vinculadas al narcotráfico, la violencia y el delito organizado, fenómenos que Chiarella decidió enfrentar desde el inicio de su gestión, muchas veces poniendo el cuerpo y asumiendo riesgos personales, como lo reconocen incluso dirigentes de otros espacios políticos.
Desde el Concejo Municipal primero y luego desde el Ejecutivo local, el intendente impulsó una agenda de seguridad, orden urbano y cercanía con el vecino, alineada luego con la estrategia provincial que encabezó Maximiliano Pullaro. Esa experiencia de gestión en un territorio complejo es uno de los argumentos centrales que explican su proyección nacional.
El respaldo de Provincias Unidas y el fin de una transición incómoda
La elección de Chiarella se produjo en un contexto particular: varios dirigentes de peso del radicalismo rechazaron asumir la presidencia partidaria, entre ellos el gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, quien hasta último momento aparecía como una figura de consenso. Ese vacío aceleró una definición que terminó favoreciendo al intendente santafesino, impulsado por el bloque de gobernadores de Provincias Unidas.
El plenario de delegados, reunido en la sede del Comité Nacional sobre la calle Alsina, alcanzó quórum con 69 delegados y terminó consagrando a Chiarella con el apoyo de 81, tras un cuarto intermedio que expuso las tensiones internas pero también el acuerdo final.
Su asunción formal será el próximo lunes, cuando concluya el mandato de Martín Lousteau, quien respaldó explícitamente su designación, al igual que los gobernadores Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y Juan Pablo Valdés (Corrientes). También participaron del plenario figuras como Gerardo Morales, ex gobernador de Jujuy, y el ex mandatario correntino Gustavo Valdés. Otro de los presentes fue Felipe Michlig, Presidente del Senado Santa Fe.

Una conducción federal y un mensaje político claro
La nueva mesa nacional de la UCR combina federalismo y recambio generacional. Chiarella estará acompañado por Piera Fernández, ex presidenta de la FUA, como secretaria general; Inés Brizuela y Doria (La Rioja) como vicepresidenta primera; Javier Bee Sellares (Córdoba) como vice segundo; y María Inés Zigarán (Jujuy) como vice tercera, entre otros dirigentes de distintas provincias.
En su primer mensaje como presidente electo, Chiarella fue contundente: “Vamos a dejar la vida en este partido”, afirmó, y agregó una definición política que marca distancia tanto de la polarización extrema como del alineamiento automático con el oficialismo nacional.
“La grieta solo beneficia a los que forman parte de la grieta. Queremos decirle a la sociedad que hay otra forma de ejercer la política”, sostuvo.
Esa postura se inscribe en la lógica de Provincias Unidas, el espacio que los gobernadores radicales impulsaron para evitar quedar subsumidos bajo la agenda de La Libertad Avanza, a diferencia de lo ocurrido en distritos como Mendoza o Chaco.
Un premio, pero también una responsabilidad
La llegada de Leonel Chiarella a la presidencia nacional de la UCR puede leerse como un premio a una gestión prolija, transparente y cercana, pero también como una enorme responsabilidad. Le tocará conducir un partido golpeado, con tensiones internas profundas y frente a un escenario nacional incierto.
Desde Santa Fe, y particularmente desde el sur provincial, el radicalismo vuelve a proyectar una figura hacia la escena nacional. No es un dato menor. La UCR pone al frente a un intendente que gobierna, que ganó elecciones con amplitud y que conoce el territorio, en tiempos donde la política reclama menos consignas y más resultados.



