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HOY:  sábado 18 de mayo del 2024
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No hay voucher, ni carnet que pueda garantizar el acceso a la salud

Por Leonardo Caruana

Ex Secretario de Salud Pública de la Municipalidad de Rosario. Médico especialista en Medicina General y de Familia por la UNR. Candidato a Concejal de Rosario 

 

Soy médico sanitarista y me formé en instituciones públicas. Vengo trabajando en el sistema de salud estatal de la región Rosario desde hace 30 años, tanto en establecimientos de la red provincial como municipal, donde desde hace más de 10 años me desempeño como secretario de Salud. Me siento comprometido con las/os trabajadores de salud y equipos de gestión de la Municipalidad de Rosario y las otras redes de servicios- inclusive las del sector privado-, con las/os profesionales de salud en formación y por supuesto con toda la población. Mi recorrido profesional hace a mi identidad ideológica y por eso siento la responsabilidad de compartir mis preocupaciones respecto a las propuestas para salud divulgadas por quien resultara ganador de las PASO nacionales 2023, Javier Milei. 

En nuestro país tanto usuarios/as exclusivos de los servicios públicos, como las personas que utilizan los servicios privados porque tienen capacidad de pago o algún aseguramiento, son beneficiarios/as del sistema de protección de la salud estatal, en tanto, las prestaciones de alto costo que se ofrecen en todos los sectores están subsidiadas para garantizar cobertura, ya que de otro modo, las obras sociales y las empresas que complementan la oferta estatal, no podrían sostenerse. Por otra parte, sabemos que en cuestiones de salud no existen seguros contra todo riesgo y lo que no está contemplado en las canastas de prestaciones es asumido por las redes públicas. Lo mismo ocurre en relación a las cuestiones de salud colectiva, que son exclusiva responsabilidad del Estado. Me refiero a las que tienen que ver con regular el ambiente, lo que comemos, con prevenir enfermedades, con llevar adelante campañas de vacunación, controlar epidemias, generar información sanitaria y todas las acciones que hacen al control de los riesgos de enfermar y morir de las poblaciones. 

No vamos a negar las enormes dificultades que existen a la hora de garantizar acceso y cobertura integral en los establecimientos asistenciales, especialmente en los públicos, que suelen estar sobre demandados y con ciertas carencias materiales, aunque la realidad es más compleja y las razones son múltiples. Algunas son externas al sector salud porque hay problemas globales que impactan hoy en cada comunidad, como los cambios culturales, ambientales y epidemiológicos de los últimos tiempos que generan nuevas demandas sociales e incluso cambiaron los patrones de uso de los servicios de cuidado, algo que hoy está interpelando a todas las redes. Otras son falencias propias de las instituciones estatales, como por ejemplo la excesiva fragmentación institucional; la desarticulación entre jurisdicciones nacional, provincial y municipal; la lentitud de adecuación de los establecimientos a las nuevas realidades; los ingresos de los trabajadores/as que obligan a doble y triple empleo y un modo de gestionar de algún modo desconectado de la realidad, que no puede reconfigurar las prácticas cotidianas para generar respuestas. Todo esto, si bien nos obliga a repensar el sistema de salud en su totalidad, no le da credibilidad a la supresión de las instituciones del Estado en todos los niveles y su reemplazo por una tarjeta de cobertura mínima para comprar servicios básicos en establecimientos privados. Esos son espejitos de colores. Cualquier replanteo tiene que ser superador y no regresivo negando la historia institucional argentina en términos de salud, educación y otros servicios públicos. Borrar instituciones como ministerios de un plumazo a lo que seguro no nos acerca es a la adecuación de los establecimientos públicos a las nuevas realidades o a la posibilidad de repensar el sistema. Temas como la salud mental, las violencias, los consumos problemáticos e incluso las pandemias, que hoy tienen

dimensiones planetarias, sin sistemas que funcionen, no podrán tampoco resolverse individualmente. 

Concretamente, ante la propuesta de Milei en relación a los «voucher», quiero dejar en claro que no hay voucher de prestaciones que garantice derecho pleno, ni carnet que pueda garantizar el acceso a la salud de las y los ciudadanos. Y, en este sentido, es indispensable pensar las propuestas de Milei juntas, como una plataforma, porque quizás, podría no sonarnos tan mal que nos den un voucher que se cambie por prestaciones. El problema principal radica en cómo piensa Milei los problemas de salud y el Estado. Para él son problemas individuales en los que el Estado no tiene que intervenir más que transfiriendo recursos a través de dichos vouchers individuales. Pero el sistema no puede funcionar así sin colapsar y dejar a miles sin cobertura, porque justamente un sistema no funciona individualmente. Porque la estructura de atención, el acuerdo publico- privado para garantizar el acceso, en su propuesta, desaparecería. La salud no es ir a comprar pan, se requiere de un sistema que este compuesto por profesionales, equipos, redes, saberes que si bien necesitan adecuaciones, son un piso enorme desde donde cambiar. Borrarlo para que la ley del mercado determine qué queda en pie es desconocer absolutamente 50 años de historia de Carrillo, Maradona, Favaloro y miles de trabajadores/as que forjaron una identidad, una manera de pensar y hacer el derecho a la salud que siempre nos ha distinguido como país. En particular en nuestra ciudad desaparecerían los 56 centros de salud u hospitales como el HECA o el Vilela. La salud no es solo atención, es también y, fundamentalmente, prevención y cuidado. 

Los problemas nunca son sencillos, lo sé porque me ha tocado gestionar problemas en una ciudad como Rosario durante muchos años. Desde una tragedia como la de calle Salta hasta la alta demanda cada invierno, pasando por el dengue o la pandemia de coronavirus. Todo lo que luzca simple, seguro oculta cosas muy complejas que no se están diciendo. Y eso es muy peligroso porque cuando nos damos cuenta, puede ser tarde y podemos haber perdido nada más y nada menos que derechos que costaron años y años de trabajo y lucha conseguir. 

Vamos a dos ejemplos concretos. El primero, un caso en el que Milei votó en contra de la atención de los bebés que nacen con cardiopatías congénitas, hoy la principal causa de muerte en menores de 1 año. 

Podemos pensar que es una enfermedad que solo es responsabilidad de quien la padece y, en todo caso, de su familia, si consideramos a las enfermedades como problemas individuales que cada uno debe resolver. Entonces allí no habría un Estado que prepare el sistema para atenderlos integralmente, garantizando contar con la tecnología para la detección precoz, tal como proponía la ley rechazada por Milei. Incluso me pregunto qué pasaría si el monto de cobertura no fuera compatible con los costos del tratamiento y la familia no tuviera capacidad de cubrirlo. ¿Qué sentimos cuando nosotros mismos o alguien de nuestra familia no puede acceder a un tratamiento o medicamento? Lo sabemos y por eso hemos construido un sistema de salud para que nadie tenga que pasar por eso. Resulta toda una gran irracionalidad que cada individuo deba ver cómo se atiende y accede a sus medicamentos y no un Estado, que junto al sector privado y planificadamente, trabaja para abordarlo. Las lógicas del mercado son incompatibles con la garantía del derecho a la salud cuando lo que está en juego es nada más y nada menos que la vida. 

El segundo caso es la pandemia, que difícilmente alguien pueda aseverar que haya sido la última. Imagínense si hubiéramos afrontado la pandemia como individuos sin Estado, nunca hubiera habido atención para todos, colaboración publico privada, compra de respiradores y

adecuación del sistema para garantizar la atención de cualquiera, nunca hubiera podido haber compra de vacunas, y menos aún desarrollo. Aprendimos que uno no se salva solo, la salida era colectiva o no se salía. Si cada uno elegía vacunarse o no, el contagio no se paraba y la evolución del virus tampoco. Los números pos pandemia mostraron que la proporción de muertos fue mayor donde no había un sistema robusto capaz de dar respuestas integrales a toda la comunidad y no solo a quienes podían acceder. El presidente de Francia, que está lejos de ser considerado referente de la izquierda, no solo reconoció públicamente la necesidad de sistemas de salud públicos sino que materializó fuertes inversiones para fortalecerlo. 

El mundo hoy más que nunca discute sobre la necesidad de sistemas de salud integrados público privados, que garanticen la salud a todos sus habitantes. En un mundo globalizado como el actual, donde un virus pandemia puede circular en tiempo real, que la salud dependa de la capacidad de pago de sus ciudadanos/as redunda en un riesgo de dimensiones catastróficas para toda la población. Asimismo, la estructura necesaria no puede comprarse ni construirse de un día para otro, sino que requiere de años de acumulación de saberes, desarrollos, equipos, muchas veces de trabajo silencioso o invisibilizado. Es justamente esa gran red de salud, la que permitió a Rosario no vivir escenas que sí tuvieron lugar en otras partes del mundo y lo que seguramente también está permitiendo que, en esta difícil realidad económica y social, la situación no sea aun peor.