La noche del último partido entre Newell ‘s Old Boys y Belgrano de Córdoba dejó una imagen inquietante de la seguridad en Rosario. Mientras la hinchada de Newell ‘s vivía la emoción del encuentro, un grupo de individuos, aparentemente hinchas de Rosario Central, realizaron una serie de actos de provocación, lanzando fuegos artificiales desde las inmediaciones del estadio del club rojinegro. Si bien en ningún momento se observaron camisetas de Central en los involucrados, la atmósfera se cargó rápidamente de tensión, con la clara intención de generar un disturbio.
Sin embargo, lo que más preocupa no es solo la acción de los supuestos hinchas, sino la intervención policial, que lejos de contener la situación, pareció liberar el terreno para que los hechos se descontrolaran. Ante los ojos de los presentes, los oficiales de la policía de Rosario no solo se limitaron a no actuar para evitar el lanzamiento de fuegos artificiales, sino que además, en un giro alarmante, fueron vistos disparando y reprimiendo a hinchas de Newell’s dentro del estadio. Este accionar fue calificado por varios testigos como innecesariamente violento, con agentes que parecían estar más interesados en reprimir a los fanáticos que en garantizar la seguridad.
? A los 20 minutos del comienzo del partido en el #Coloso se escucharon fuegos artificiales que provenían de las afueras de la cancha. Al parecer el número exacto de fuegos de artificio fueron 20, lo que indica que se trata de una “broma” de los hinchas de Central por la última… pic.twitter.com/RjR2hEaFXV
— Diario La Capital (@lacapital) March 10, 2025
Para muchos, la imagen de un operativo policial ineficiente, incapaz de prevenir el caos, es solo la última de una larga lista de fallos que muestran cómo la seguridad en la ciudad se está desmoronando. Desde que Maximiliano Pullaro asumió la gobernación, la promesa de restaurar el orden en Rosario ha quedado más que cuestionada. En lugar de un control firme, el panorama se ha ido desvaneciendo en una nebulosa de omisiones y descoordinación, con un accionar policial que no solo parece desbordado, sino completamente alejado de los intereses del gobierno provincial.
El accionar de la policía, lejos de estar alineado con las políticas de seguridad que se pregonan, parece indicar que se ha soltado de la mano de las autoridades políticas. Las denuncias sobre la falta de supervisión y de estrategia frente a la violencia crecen, y muchos ciudadanos se preguntan si realmente se puede hablar de control en una ciudad donde los agentes de seguridad, lejos de ser un freno, parecen contribuir al caos.
Lo más preocupante es la sensación de impunidad que prevalece entre los uniformados, quienes parecen actuar sin rendir cuentas a las autoridades. No es la primera vez que se denuncia la falta de acción efectiva de la policía rosarina, pero esta vez la situación adquirió tintes de descontrol absoluto, con un operativo que muchos consideran como insuficiente o, incluso, inadecuado. Mientras tanto, el helicóptero de Pullaro sobrevolaba el Parque Independencia sin brindar respuestas claras a los disturbios que sucedían en la tierra firme.
En medio de esta creciente desconfianza, la pregunta que surge con fuerza es si alguien asumirá la responsabilidad política de este caos. Las repercusiones del accionar policial no se limitan solo a la hinchada de Newell’s, que sufrieron la violencia en su propio estadio, sino a toda la ciudad, que observa cómo se deteriora la seguridad. A medida que los días pasan, el gobierno de Pullaro parece perder cada vez más el control sobre la situación, dejando a los rosarinos nuevamente a merced de una policía que parece actuar a su antojo.
El relato de esta noche violenta en el Parque Independencia resalta una triste realidad: el sistema de seguridad en Rosario está fracturado, y parece que no solo se desmorona el orden público, sino también la confianza de los ciudadanos en el gobierno provincial y en la capacidad de la policía para enfrentar la violencia que azota la ciudad. Queda por ver si alguien pagará el costo político de este colapso o si, por el contrario, seguiremos siendo testigos de una gestión que pierde terreno en una guerra que nunca logró ganar.