Por Virginia Valenzisi*
Hoy un medio nacional publicó una nota de una prestigiosa periodista que aborda temas educativos, poniéndonos (como sucede generalmente en este ámbito) en posicionamientos diferentes, que pueden no ser perfectamente opuestos.
Resulta que seguimos preguntándonos por qué el nivel de aprendizajes es cada vez más bajo, por qué los estudiantes no aprenden como antes. La respuesta no es única ni lineal. No podría serlo, pues hablamos de educación, de individuos y subjetividades que se mezclan. Hablamos de contenidos a enseñar-aprender, de habilidades a desarrollar (por parte de estudiantes y docentes), de métodos, del sistema educativo… pero, sobre todo, hablamos de personas interrelacionándose. De adultos intentando cumplir un rol, una función que con los años fue deslegitimándose, de sentirse útil y de hacer crecer a esos estudiantes que tiene enfrente; y, también, de niños y adolescentes (niños pequeños en el artículo en cuestión), con realidades dispares, muchas veces conflictivas y conflictuadas, atravesadas por una complejidad que quizás (seguramente) es diferente a la que las tres escritoras (la investigadora que da pie al artículo, la periodista y yo) hemos transitado como estudiantes
Soy docente hace 14 años, mamá de tres estudiantes que actualmente transitan los tres niveles obligatorios. He recorrido aulas de escuelas de gestión estatal, de gestión privada, incorporadas y autorizadas, escuelas rurales, de pueblo y de la ciudad de Rosario. Conocí como mamá el abordaje de situaciones de violencia de otros docentes, y como presidente de la Asociación Civil Docentes por la Educación voy conociendo por boca de mis colegas diversas realidades actuales. Por lo que me siento, modestia aparte, capacitada para opinar.
Primero quiero aclarar, para quienes no me han leído nunca o no me conocen, que no adhiero a la costumbre de buscar la responsabilidad de todo en el/los otro/s. Por el contrario, intento contagiar a compañeros de revisar nuestra propia práctica primero, para después poder decir qué es lo que está mal de los demás. También intento implementar en el aula una pedagogía humanizante, donde cada estudiante sea visto y considerado, y no se sienta solamente una parte del todo.
Dicho esto, puedo avanzar con la reflexión sobre el artículo titulado “¿Por qué los chicos ya no aprenden a leer y escribir?: un ensayo culpa a la excesiva influencia de pedagogos y psicólogos en la escuela”.
Coincido con la autora en que durante décadas nos han querido inculcar que la didáctica específica debe ser siempre lúdica (lo que entiendo que es pertinente para Nivel Inicial y 1° Ciclo Nivel Primario), o que el tiempo de cada estudiante puede comprender prácticamente la trayectoria completa. Si insisto en mirar a cada chico de manera personalizada no puedo pretender que todos logren lo mismo en el tiempo que yo estimé en mi planificación. ¡Sería un absurdo! (y es lo primero que debería revisar de mi práctica). Pero tampoco se puede creer que no existen períodos “pautados” para el desarrollo cognitivo de los niños, porque lo único que estaríamos logrando es demorar un abordaje más complejo y llenarlo de frustración.
No estoy de acuerdo en que no deba haber psicólogos en la escuela, de hecho, desde la Asociación pedimos constantemente al Ministerio que haya gabinetes interdisciplinarios para el abordaje de las situaciones antes planteadas, ni que la culpa sea de la psicología per se.
Hay un deterioro sociocultural y la psicología está atravesada también, es decir, si notamos que hay carencias en la formación inicial de los profesorados (porque quienes llegan al Nivel Superior son egresados de este sistema deficiente), no hay manera de asegurar que en psicología no pasa lo mismo. Por lo tanto, considero que la decadencia educativa se relaciona directamente con el accionar docente.
¿Solamente los docentes somos responsables de que los estudiantes no aprendan a leer y escribir como antes? ¡No! ¡Por supuesto que no! Empecemos haciendo memoria de las políticas educativas que se fueron implementando, ambiguas en algunos casos, abiertas a “la consideración del docente” y facilista en los últimos años. Las reglas que fueron poniendo sobre el tablero escolar y que los educadores tuvimos que acatar nos condujeron a los resultados de hoy. Pero, ¿todo es culpa del sistema y de las malas políticas aplicadas? ¡No! Si en esas implementaciones abiertas se dejaba a consideración, pues practiquemos aikido y usémoslo a nuestro favor: cada docente podría haber continuado con su práctica si era beneficiosa y tenía buenos resultados.
Los métodos. Otro chivo expiatorio para no asumir responsabilidades. En la formación docente inicial, un egresado adquirió nociones básicas de pedagogía, didáctica y práctica. La educación integra un área en la cual resulta imprescindible la formación continua, el desempeñarse idóneamente en el ámbito escolar supone afrontar grandes desafíos, no solo de metodologías innovadoras que aparecen en las prácticas educativas como son los aprendizajes por proyectos, las clases invertidas o la implementación de las tecnologías; sino también de índole social- vincular. Por lo tanto, no son solo los métodos implementados los que nos trajeron a este nivel educativo desesperante.
Retomando lo que se plantea en el artículo respecto a la psicología, cabe preguntarse si hay una moda de justificar los malos rendimientos de los estudiantes. Y la respuesta, a mi entender, es “depende la ética del adulto”. Hay una realidad concreta, que no podemos dejar afuera, ni en México ni en Argentina: tenemos chicos con discapacidad, contextos de violencia y consumos problemáticos muy complicados en las aulas, situaciones que no tenían la frecuencia actual. Así como hizo la investigadora mexicana, comparo la realidad social de cuando yo iba a la escuela (en la que hice toda mi trayectoria, mi práctica y ejercí una vez recibida) con el presente de la misma institución y puedo asegurar que no solo han cambiado los métodos pedagógicos, la intervención psicológica sino el contexto socio-familiar-cultural.
Y creo que, por ser conscientes de esta situación, es por lo que, desde la Asociación, cada uno de los que escuchamos a nuestros estudiantes o los vemos llegar violentados, pedimos gabinetes en las escuelas.
A veces parece que decir que es una situación de alta complejidad es una respuesta evasiva para no dar argumentos. A los docentes nos pasa que si tenemos que exponer todo lo que está mal y lo solos que nos sentimos no nos alcanzan los caracteres ni las horas. El entramado educativo es complejo, como ya mencioné somos muchos sujetos interactuando, factores como contenidos, métodos, normativas y políticas educativas en juego y una función desdibujada (no solo porque la sociedad pondere más a un graduado universitario que a un docente) sino porque se instaló bien hondo que “la escuela no sirve”.
Si queremos revertir la situación aconsejo, desde el comedor de mi casa, revisar la práctica docente y, en el caso de no ser docente, la forma en la que nos referimos a la enseñanza-aprendizaje y, sobre todo, a los actores de ese binomio.
*Virginia Valenzisi
Docente del nivel secundario, Diplomada universitaria en Supervisión y acompañamiento de la tarea docente, Presidente de la Asociación Civil Docentes por la Educación.