El gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, llegó al poder con una imagen de político incansable, reformista y decidido. En menos de un año de gestión, ha logrado lo que muchos mandatarios anteriores apenas soñaron: avanzar con reformas estructurales que tocan los pilares del Estado santafesino. Cambios en el sistema previsional, una reconfiguración del Poder Judicial y, como pieza mayor, la reforma constitucional. Una tríada de transformaciones que podrían haberlo colocado en la historia grande de la provincia. Pero la forma en que todo esto ha ocurrido amenaza con empañar para siempre su legado.
Pullaro ha elegido el camino corto: avanzar «por la ventana», como definen desde múltiples sectores políticos y sociales. Sin consensos amplios, sin diálogo real con la oposición, sin escuchar a la ciudadanía. A fuerza de mayoría legislativa y maniobras institucionales, ha impuesto una hoja de ruta que prioriza la eficacia sobre la legitimidad democrática.
Nadie pone en duda su capacidad de trabajo. Incluso sus críticos más férreos reconocen que hay áreas de gobierno que muestran mejoras concretas. Sin embargo, el problema de fondo no es el «qué», sino el «cómo». En democracia, los métodos son parte esencial de la política, y cuando el ejercicio del poder se torna unilateral, la eficacia pierde su valor.
El caso de la reforma constitucional es el ejemplo más claro. Un cambio de semejante magnitud requiere más que votos legislativos: necesita de un pacto social amplio, de escucha activa y de un liderazgo que sepa convocar, no imponer. Lejos de eso, el proceso actual despierta sospechas, tensiones y rechazos que lo debilitan de origen.
Maximiliano Pullaro tenía la oportunidad histórica de convertirse en un reformador a la altura de los grandes nombres de la política santafesina. Tenía el capital político, el contexto y el respaldo social inicial. Pero el ejercicio autoritario del poder, cada vez más evidente, comienza a sellar su legado con otro signo: el del desaprovechamiento.
La historia no solo recuerda a quienes hicieron mucho, sino también a quienes, pudiendo hacerlo mejor, eligieron no escuchar.
