En Rosario no se elige solo un Concejo Municipal. Se ensaya un nuevo mapa político. Una nueva forma de disputar el poder que va más allá de las fronteras locales y que podría anticipar el futuro de la política argentina. La elección del 29 de junio será municipal, pero nadie juega en modo chico.
Una grieta útil: el viejo truco en una escena nueva
Unidos para Cambiar Santa Fe y el peronismo rosarino parecen haberse reencontrado en un guion que conocen bien: la polarización. Monteverde por un lado, Labayru por el otro. Las dos figuras que encarnan la promesa de «orden» frente al supuesto riesgo del otro. Pero, esta vez, la historia es más compleja.
Ambos sectores se enfocan en reforzar sus bases, más que en ampliarlas. Buscan que nadie se escape. Evitar fugas internas, cerrar filas. Asegurar lo propio antes de confrontar con los demás.
¿El objetivo real? Que el tercer jugador no gane.
El ausente que incomoda: Aleart y la no-campaña libertaria
Juan Pedro Aleart fue el candidato más votado en las PASO. Pero desde entonces, silencio. Sin actos masivos, sin spots, sin declaraciones rimbombantes. Apenas movimiento.
¿Se trata de una táctica calculada o de una carencia estructural? ¿Puede un candidato libertario ganar Rosario sin hacer campaña visible?. La incógnita incomoda más al oficialismo que a la oposición.
En Unidos reconocen que Aleart podría crecer. No tanto por mérito propio, sino por la incapacidad de los otros para capturar el descontento. El riesgo: repetir el error que llevó a Milei a la presidencia. No verlo venir hasta que ya era tarde.
La carrera por el centro: todos quieren ser Milei
Frente al avance libertario, el oficialismo rosarino busca apropiarse del discurso disruptivo. Labayru, respaldada por Javkin y Pullaro, propone medidas como eliminar tasas, suprimir elecciones intermedias o prohibir cuidacoches. Reformismo sin reforma. Libertarismo sin libertarios.
La apuesta es clara: disputar el voto moderado con gestos de audacia y orden. Una derecha moderada que hable el idioma del enojo social, pero sin romper todo. ¿Funciona? ¿O simplemente valida el discurso de quienes están más dispuestos a romper?
Monteverde y su contradicción: antisistema con estructura
Del otro lado, Juan Monteverde intenta algo distinto: combinar su narrativa de outsider con el aparato del PJ. Ciudad Futura y el oficialismo peronista, compiten con Sukerman, Cavatorta y otras figuras del peronismo local.
Pero esa alquimia tiene límites. ¿Puede un candidato antisistema ganar con las estructuras del sistema? ¿Hasta qué punto puede sostener una imagen de cambio mientras se abraza con los históricos?
Monteverde es, tal vez, el único que aún camina los barrios, se reúne con sindicatos, arma con asambleas. Pero también es el que más necesita del PJ para ganar. ¿Hasta cuándo podrá tensar esa cuerda?
El objetivo de Unidos: llegar a 100 mil votos… y algo más
En el comando oficialista el número está claro: necesitan al menos 100 mil votos. Labayru arrancó con apenas 38 mil. La apuesta es recuperar los apoyos de Pullaro y Seisas, retener a los votantes de las otras listas de la interna y captar el voto blanco y los ausentes.
Para eso, sumaron a todos: Gavira, Baclini, Anita Martínez. Reuniones, fotos, acuerdos. “Con tres concejales salvamos la ropa, con cuatro es un golazo”, dicen.
Pero no alcanza solo con juntar. Hay que convencer. Y Labayru, más vinculada a la gestión que al discurso político, necesita mejorar su nivel de conocimiento.
El propio Javkin se meterá en la campaña. Ya tuvo reuniones con Pullaro. El mensaje será uno: que Rosario no se pierda en la discusión nacional. Que se vote por la ciudad.
Rosario, espejo incómodo de la política nacional
Lo que ocurre en Rosario no queda en Rosario. La ciudad más poblada de Santa Fe es también un termómetro político. El lugar donde se cruzan tres modelos de país: el progresismo de base con lógica militante, el reformismo centrista con anclaje institucional, y el discurso antisistema que no necesita estructura para crecer.
Rosario es el espejo donde la política nacional debería mirarse. Porque si Unidos, el PJ y LLA compiten con tanta paridad en esta ciudad, no es por azar. Es porque el país también está buscando una nueva manera de votar.
Y el centro, el famoso centro político, ese que antes ordenaba todo, hoy es un territorio en disputa. Todos lo quieren. Nadie lo habita.
Lo que no se nombra, también compite
En Rosario se está ensayando un modelo de campaña donde los actores tradicionales intentan recuperar el eje sin confrontar directamente con el nuevo rival. Como si ignorarlo lo hiciera desaparecer.
Pero en política, no siempre se elige al rival. A veces, el que gana es el que nadie vio venir.
Aleart sigue sin hablar. Pero en los comandos de campaña ya hablan de él todos los días. Tal vez no haga falta más para confirmar que su estrategia, silenciosa o desorganizada, ya está generando efecto.
Y si el 29 de junio Rosario vuelve a sorprender, tal vez haya que empezar a entender que la nueva política no grita… solo espera su turno.