El calendario marca que solo quedan tres jueves de sesiones del periodo ordinario, con temas a los que ya se les está dando tratamiento parlamentario y un oficialismo que no se pone de acuerdo. Además la violencia en Rosario volvió a encender alarmas.
Hay cuestiones que trastocan todo en el marco de la política, una de ellas sin dudas es cuando se encienden las alarmas de la violencia en una ciudad como Rosario, que venía teniendo un respiro hasta el último sábado cuando asesinaron a Andres “Pillin” Bracamonte, Jefe de la barra de Rosario Central.
A este caso policial que ocasionó un estruendo adentro y afuera de la política, se le suman la falta de tiempo para ponerse de acuerdo entre los socios del partido gobernante, otro temas como la Reforma de la Corte Suprema de Justicia y el Presupuesto 2025 y por si esto fuera poco la tolerancia electoral en un contexto de crisis económica y con incertidumbre para fin de año.
Más allá de todos estos puntos, hay una realidad y es que la Provincia de Santa Fe tiene una Carta Magna que debe ser reformada, que quedó vetusta y que no se toca desde hace más de 60 años.
En los últimos 30 años fueron varios los intentos de Reforma Constitucional que fracasaron. Muchas veces lo hicieron porque internamente no se lograron los consensos necesarios para sancionar la necesidad.
Este presente no parece muy distinto al pasado, y aunque el tiempo corre por ahora, los acuerdos para lograr una estrategia y un texto de consenso de semejante reforma al interior de Unidos para Cambiar Santa Fe no se terminan de cerrar. Al periodo ordinario de sesiones de la Legislatura solo le quedan tres jueves y el gobernador Maximiliano Pullaro le esquiva a la posibilidad de incluirlo en extraordinarias.
Los operadores del radicalismo y el socialismo como socios mayoritarios de la alianza gobernante, trabajan a contrarreloj para tratar de hilvanar distintos puntos que les cierren a ambas partes y al resto de Unidos.
Quizás la cuestión más importante es llegar a un consenso interno para sintetizar un texto de necesidad de reforma que luego pueda ser puesto a consideración de la Legislatura. Aunque la preocupación de las referencias de Unidos para Cambiar Santa Fe pasan por la estrategia política ante los posibles escenarios. Entonces las diferencias que se debaten y no logran acuerdos internos en caso de que el tema pase el filtro parlamentario es si hay que ir con una lista única o presentar una interna; si se abre una PASO o solo Generales.
En este último punto, el sistema electoral es otra cuestión central. ¿Hay PASO o se eliminan? El peronismo las necesita desesperadamente para ordenar su interna. Ahora se entiende la determinación de los senadores para quedarse con el partido, y en consecuencia con los atributos partidarios. Sin primarias, al que no le gusten las reglas de juego controladas por los senadores, tendrá que buscarse sello muleto y competir por afuera.
Pero también el debate pasa por cómo se elegirán las 69 bancas que debatirán la reforma en sí. La idea que suena con más fuerza es la de una lista con 50 integrantes para toda la provincia y un miembro por cada departamento. Igual no son pocos los que se preguntan: ¿listas por distrito único o combinación entre distrito único y representantes departamentales? Esta última alternativa levanta las acciones de los frentes o partidos con estructura territorial.
Por si esto fuera poco, la elección de convencionales es un tema, porque si sale la reforma, en unos cuantos meses habrá una elección provincial fuera de calendario, lo que adelanta dos años un montón de disputas, entre ellas la sucesión de Pullaro. Nada menos.
Si bien el plan A del gobernador no es encabezar la lista de convencionales constituyentes, él y su entorno saben que no ocupar ese lugar es un problema, porque abriría anticipadamente la carrera de posicionamientos para la sucesión, por si acaso la reelección luego no se habilitara.
Una disputa de ese tipo en el primer semestre de 2025 no traería nada bueno para la gestión teniendo en cuenta que todavía le restarán dos años y medio en la Casa Gris. Si la elección posicionara un aspirante a sucederlo el problema sería mayúsculo. Por el contrario, si fuera candidato estaría arriesgando. Y ya se sabe que un gobernante puede perder aún ganando.
Temas claves, poco tiempo y mucho por resolver
Una constituyente es una cita histórica a la que nadie quiere faltar y todos están invitados (no hay incompatibilidad con otros cargos para ser convencional), pero también están los obligados a competir. Lo tienen en claro en el oficialismo, pero también las oposiciones, donde un abanico de referentes de amplio espectro calienta motores, desde Marcelo Lewandowski y Diego Giuliano hasta Amalia Granata, Carlos Del Frade y la libertaria Romina Diez.
¿Qué discutirá la convención constituyente? La ley que apruebe la Legislatura, si sale, deberá disponer de forma más o menos cerrada, qué tipo de reforma se habilita. Será una constituyente con amplias facultades o estará acotada a determinados asuntos acordados previamente. ¿En ese caso, qué tan acotada? ¿Una reforma reducida a la medida del oficialismo y algún aliado; o una reforma potente que modernice gran parte del andamiaje institucional construido en 1962?
El rango constitucional para el Consejo de la Magistratura siempre fue número puesto, ¿sí o no? Algunos borradores redactados en oficinas que comandan radicales y que circularon las últimas semanas no lo contemplaban.
Bicameralidad o unicameralidad. La mayoría de la política parece inclinada a mantener la bicameralidad, pero hay fuerzas minoritarias que darán la discusión para habilitar la discusión desde el vamos. Y además, ¿las cámaras serán las mismas después de la reforma, o se abrirá la discusión de vieja data sobre el manejo de fondos, subsidios y transparencias?
La narrativa de la reforma también está en juego. ¿Para qué, por qué, para quién? Sería un autoatentado no cuidar ese aspecto en tiempos en los que gobierna la retórica facilista pero taquillera de la antipolítica.
A todo esto en este informe no se puso como dato la discusión por la reelección del Gobernador Maximiliano Pullaro, que para algunos está zanjada y si sale la necesidad la va a tener.
En total, ya ingresaron siete proyectos de reforma al palacio legislativo. Seis en Diputados –oficialistas y de la oposición– y uno en el Senado. Se trata de una iniciativa de Joaquín Gramajo, aliado político de Pullaro y el mismo legislador que presentó el proyecto de reforma previsional que encendió la mecha para que luego se transforme en ley. En la Cámara alta, Unidos ya tiene los dos tercios requeridos, pero en la Cámara baja necesita de votos opositores –siempre y cuando haya acuerdo interno entre la UCR y el PS.
Mientras tanto solo quedan tres jueves dentro del periodo de sesiones ordinarias de la Legislatura Provincial, aunque un dato no menor es que durante todo el año se sesiono cada 15 días. El tiempo corre, la incertidumbre sobrevuela y las especulaciones circulan por los pasillos de la Legislatura y Casa de Gobierno.