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“Vamos por todo”: La avanzada del poder absoluto en Santa Fe

El gobernador radical profundiza su ofensiva contra el equilibrio de poderes en Santa Fe. Desprecios públicos, recambios forzados y una reforma constitucional a medida de su proyecto.

Desde que asumió, el gobernador Maximiliano Pullaro no dejó margen para dudas: su plan no es sólo gobernar, es reconfigurar el mapa institucional de la provincia. Lo que comenzó como una promesa de cambio se transformó en una embestida sistemática contra los poderes tradicionales de Santa Fe, y el último capítulo de esa tensión se escribe con la Corte Suprema de Justicia.

A un mes del inicio formal del debate por la Reforma Constitucional, Pullaro parece decidido a demoler los equilibrios de poder que rigieron Santa Fe durante las últimas décadas. En ese esquema, la relación con el Poder Judicial se volvió cada vez más áspera. La última señal fue su discurso del 1º de mayo, donde omitió cualquier mención a la Corte en la apertura de sesiones legislativas, mientras elevaba elogios al juez federal Aldo Alurralde. El gesto no fue ingenuo ni pasó desapercibido: dentro del máximo tribunal santafesino lo vivieron como un desplante.

No fue el primero, pero sí el más claro en esta nueva etapa. Para el presidente de la Corte, Roberto Falistocco, presente en el recinto pero relegado simbólicamente, el destrato fue evidente. Otros jueces, como Rafael Gutiérrez y Eduardo Spuler, directamente no asistieron. Desde el entorno del gobernador buscaron minimizar la omisión, pero quienes conocen los movimientos de Pullaro aseguran que nada en su hoja de ruta es improvisado.

De los gestos al proyecto

La tensión no se limita a lo protocolar. Pullaro ya dejó claro que avanzará —por decreto si es necesario— con la renovación completa de la Corte Suprema. La jubilación obligada de jueces que superan los 75 años, como Gutiérrez, es una pieza clave de ese movimiento. La designación de nuevas figuras como Rubén Weder y Margarita Zabalza ya abrió un nuevo capítulo en la dinámica interna del tribunal, que todavía digiere los cambios.

El proyecto del gobernador incluye algo más ambicioso: reformar la Constitución provincial para habilitar la reelección del cargo que hoy ocupa y, al mismo tiempo, limitar la duración de mandatos legislativos. Su discurso del 1° de mayo fue directo: “Tenemos una oportunidad única de hacer una provincia sin privilegios ni poderes ilimitados”. Pero la frase esconde otra lectura: Pullaro no pretende compartir el poder, sino ejercerlo de forma plena.

Una mesa que incomoda

Desde hace años, Santa Fe funcionó bajo un sistema no escrito pero real: una mesa de poder donde convivían el Senado provincial, los gremios estatales, grandes empresarios, y la Corte Suprema. Los gobernadores eran, muchas veces, actores secundarios. Eso es lo que Pullaro quiere desarmar.

Según sus asesores, el objetivo es “romper con las corporaciones que condicionan la política santafesina”. En los hechos, ya intervino empresas estatales como Aguas Santafesinas y la EPE, reformó el sistema previsional, rompió monopolios farmacéuticos en la obra social provincial y prometió una inversión en obra pública inédita bajo un nuevo régimen de licitaciones. Todo parte de un mismo libreto: desarmar el poder enquistado.

Pero quienes frecuentan los pasillos del poder aseguran que el gobernador no sólo busca debilitar viejos equilibrios, sino también concentrar el control político e institucional como ningún otro mandatario en la historia reciente de Santa Fe. “Tiene un plan para detonar la mesa del poder, pero también para sentarse solo en ella”, sintetizó un dirigente que compartió reuniones con el mandatario en los últimos meses.

¿Democracia radical o hiperpresidencialismo santafesino?

Pullaro reivindica el legado de Raúl Alfonsín, pero sus decisiones lo ubican cada vez más lejos del republicanismo. La relación con la Corte es apenas un síntoma. También hubo choques con el Poder Legislativo, desplantes a sindicatos y operaciones políticas que, según voces del mismo oficialismo, son cuidadosamente orquestadas desde su entorno más estrecho.

La Corte Suprema no es un obstáculo menor. Más allá de los recambios, el tribunal aún conserva figuras con poder de decisión y vínculos históricos. El exfiscal general Jorge Baclini intenta, desde adentro, evitar una ruptura total, pero sabe que la relación institucional está cada vez más erosionada.

A esto se suma la incógnita de cómo reaccionarán los sectores desplazados por la lógica de poder de Pullaro. Los senadores con mandatos eternos, los gremios con terminales políticas, los jueces de la vieja guardia y los empresarios con negocios históricos con el Estado ya observan con alarma una concentración inédita.

La incógnita del poder que viene

Pullaro ganó con más de un millón de votos y logró mayoría propia en el Senado, algo poco común en la política santafesina. Esa legitimidad inicial le permite avanzar. Pero la pregunta que se repite en los ámbitos institucionales de la provincia es si busca una transformación real del sistema o si, en nombre del cambio, está construyendo un poder personalista sin contrapesos.

La Reforma Constitucional será la prueba de fuego. Si logra imponer su versión, el mapa político y judicial de Santa Fe cambiará para siempre. Mientras tanto, la Corte Suprema y otros actores históricos del poder provincial se preparan —en silencio— para resistir. Porque no se trata solo de nombres o cargos. Se trata de cómo se ejerce el poder en democracia.

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