El Papa Francisco falleció y la Iglesia Católica se enfrenta a una de las transiciones más significativas de su historia reciente. El primer pontífice jesuita, el primero del hemisferio Sur y el primero no europeo en más de 1.200 años, dejó una huella que trasciende lo religioso. Su legado —centrado en la austeridad, la inclusión y la opción por los pobres— abre un nuevo escenario político dentro del Vaticano: la elección de su sucesor.
La maquinaria del cónclave ya está en marcha. Según el derecho canónico, el proceso debe comenzar entre 16 y 21 días después de la muerte del Papa. Es decir, entre el 6 y el 12 de mayo. Durante este lapso, el camarlengo —hoy el cardenal irlandés Kevin Farrell— cumple un rol clave: certifica oficialmente la muerte, sella las habitaciones papales, destruye el anillo del pescador y asume la administración temporal del Vaticano.
El cónclave: secretos, política y tradición
El cónclave es un evento milenario donde los cardenales menores de 80 años se encierran en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos. Bajo estricto juramento de secreto y sin contacto con el exterior, se inicia una sucesión de votaciones que puede durar desde un día hasta varias semanas. Cada ronda se resuelve por mayoría de dos tercios. Si no se alcanza el consenso, se sigue votando. A partir de la 34ª votación, sólo se elige entre los dos candidatos más votados.
Pese a su mística espiritual, el cónclave es también un terreno de alta rosca eclesiástica. Se enfrentan visiones distintas del futuro de la Iglesia: reformistas que buscan profundizar el legado de Francisco y conservadores que intentan frenar los cambios. En la práctica, la elección de un Papa es un juego de poder, alianzas y equilibrios entre regiones, ideologías y estrategias.
Con la salud de Francisco en vilo, se instala el operativo Cónclave: ¿Cómo se elige al Papa?
¿Quiénes son los papables?
Actualmente hay 138 cardenales electores. De ellos, 110 fueron designados por el propio Francisco, lo que incrementa las posibilidades de continuidad en su línea pastoral. Pero no hay certezas. El espíritu del cónclave es, justamente, lo imprevisible.
Entre los nombres que más suenan destacan:
-
Matteo Zuppi (Italia): Arzobispo de Bolonia, figura progresista y cercano a Francisco. Con 69 años, se lo considera un puente entre la tradición italiana y la agenda social del Papa argentino.
-
Luis Tagle (Filipinas): Ex arzobispo de Manila y actual pro-prefecto para la Evangelización. Su perfil global y su cercanía con el sur global lo posicionan como un serio contendiente.
-
Peter Turkson (Ghana): Ex jefe del Consejo Pontificio de Justicia y Paz. Es uno de los nombres más sólidos del África subsahariana, con proyección internacional y fuerte anclaje conservador.
-
Peter Erdő (Hungría): Arzobispo de Esztergom-Budapest. Descrito como un tradicionalista, representa al bloque más duro del Este europeo y tiene respaldo entre los sectores conservadores del Vaticano.
-
Pietro Parolin (Italia): Secretario de Estado del Vaticano, hábil diplomático, figura de consenso entre progresistas y conservadores. Su nombre surge como posible síntesis para evitar una fractura.
También aparecen figuras como Fridolin Ambongo (Congo), Jean-Marc Aveline (Francia), Michael Czerny (Canadá), Raymond Leo Burke (EE.UU., principal opositor interno de Francisco) y Robert Sarah (Guinea), aunque con menos chances por edad o falta de consenso.
¿Continuidad o giro conservador?
El perfil del próximo Papa marcará el rumbo doctrinal y político de la Iglesia en las próximas décadas. Francisco impulsó una agenda de reformas con fuerte impronta latinoamericana: descentralización del poder, mayor inclusión de la mujer, apertura al debate sobre temas como el celibato o la diversidad sexual, y condena firme a los abusos dentro del clero.
Pero estos cambios generaron resistencias internas. Varios sectores conservadores ven en la muerte de Francisco la oportunidad de recuperar influencia y restaurar una visión más rígida y tradicional del catolicismo. Por eso, el cónclave será también una batalla ideológica.
El Vaticano en el foco del mundo
El interés por este proceso no es solo religioso. La figura papal sigue siendo un actor clave en la política global, con influencia en temas como la migración, el cambio climático, la geopolítica internacional y el conflicto interreligioso. Por eso, la elección del próximo Papa será seguida con atención tanto por fieles como por gobiernos, analistas y medios de todo el mundo.
Mientras el humo blanco se demora, el Vaticano vive horas de máxima tensión. La elección de un nuevo Papa no es solo una ceremonia: es una disputa por el alma y el futuro de la Iglesia Católica. Y esta vez, el legado de un argentino estará en juego.